25/11/13

La fe no tiene que ver con mi religión




La fe no tiene que ver con mi religión, o con mi Dios u otro. Lo que creo es que si todos nos proponemos hacer lo que consideramos que es bueno, finalmente las cosas salen bien. Stevie Wonder.

15/11/13

Furgoner Viaja al Museo Municipal de Bellas Artes de Luján



Desde el 15 al 30 de noviembre junto con los Imperfectos del taller de Alejandro Marmo estaré presente con un Grandes Exitos del blog furgoner que muchos de ustedes visitan y disfrutan.
Invitados y Bienvenidos!!!!

12/11/13

Debes Saberlo



Debes Saberlo
Iorio-Marcielo


Me quede sin nada de tanto por decirte
Tan solo soy uno mas que junto a vos resiste hoy
Abandonado de toda inspiracion
Estoy perdido estoy desecho

Sin poder esquivar el dolor ajeno
Sin creer haber sido jamas todo lo que soy
Para vos

Solo es un mal dia repite mi amor
Yo despunto el vicio buscando la intuicion
Todo es vacio de jubilos espumantes
Todo es violencia todo apunta al desmadre

Si no hay amor mejor bajate
Si no hay amor nunca habra sueños
Si no hay sueños se muere antes
Si no hay amor se pierde siempre

Debes saberlo
Si no hay amor se pierde siempre
Si no hay amor no hay razon

Si no hay amor mejor bajate
Si no hay amor nunca habra sueños
Si no hay sueños se muere antes
Si no hay amor se pierde siempre

Debes saberlo
Que si no hay amor se pierde siempre
Si no hay amor no hay razon
Mejor bajate
Si no hay amor se pierde siempre

18/9/13

Ojo de Tucán

La creatividad puede resolver casi cualquier problema. 
El acto creativo, la derrota de la costumbre por la originalidad, todo lo vence.

6/9/13

Pajaritos en la cabeza, Antonio Di Benedetto

Antonio Di Benedetto
Pajaritos en la cabeza
Yo no soy el mono. Tengo ideas distintas, aunque se nos haya puesto, siquiera al principio, en la mis­ma situación.

Mi padre lo trajo, como a la palmera. A mi padre le sobran tierras, le sobra dinero. Puso la palmerita y la hizo gozar de su favor mientras permaneció joven y primorosa. Pero cuando se fue estirando, esti­rando, se fastidió de ella, por desgarbada, barbuda y polvorienta; por inadaptada, dice él. Porque la per­dió de vista, creo yo, pues no acostumbra llevar la mirada al cielo, al menos, hacia el lado donde se er­guía la palma. Suele mirar hacia la boca del río, don­de se forman las tormentas, en parte por afinidad de su carácter con éstas y principalmente porque de las lluvias dependen, para bien o para mal, las cosechas de sus plantaciones.

No cayó en la cuenta de que el monito tampoco se adaptaría, no sólo por las  características de un clima que no era el suyo de origen (como en el caso de la palmera),sino porque le sería imposible adaptarse a la familia, y él quería que fuese como un miembro de la familia.
Quizás no andaba del todo desacertado, pues, favo­recido por ciertas concesiones y el trato, en lo que mi padre ocasionalmente se mostraba intuitivo, el pequeño simio algo hacía por ganarse el lugar que se le prometiera. No obstante, su sitio, en definitiva, fue la copa de aquel árbol.
No con cordura empleaba mi padre la golosina, la fiesta o el escarmiento; sobre todo, lo privaba de comida y de agua, y no se esmeró por educarlo
regu­larmente, ni con bondad ni con rigor de maestro.

El mono huyó, para refugiarse en la palmera, como el hijo en la adversidad vuelve a la madre.
Bajaba sólo para hurtar, o para recibir algún ali­mento que la compasión de alguien le hubiese dejado al pie de su vivienda aérea. Vivió solo, tal como se veía en su altura el hojaje raquítico de la planta. Se puso huraño y meditabundo, torpe para todo lo que no fuera rapiñar su sustento.
En uno de sus arranques temperamentales, sin cau­sa, porque el invernáculo anunciado nunca se cons­truyó, mi padre hizo limpiar de vegetales todo el sec­tor del dilatado jardín, casi parque, donde se estiraba lentamente, como un suspiro nostálgico, la palmera.

Cayeron palmera y mono, y el mono se escondió entre algunos cajones y baúles hasta que los perros, enardecidos por la sangre de un pollo que dio
dego­llado un trote agónico, se le echaron encima sin que nadie lo impidiera.


Yo no soy el mono, pero también, por orden de mi padre, a causa de infracciones leves, en la niñez mu­chas veces tuve prohibido el acceso a la mesa. No tengo palmera; sin embargo, hice de mi casa una pal­mera, mejor dicho, de las habitaciones y de las par­tes del jardín que podían serlo, de un libro, un disco, algún amigo… Mi palmera me ofrecía, en verdad, follaje más rico y acogedor, lo cual me permitió esta­blecer algunas diferencias con la situación del mono.
O tal vez todo dependiese, como en el caso del si­mio y de la palma, del lugar de nacimiento y del ulte­rior destino inadecuado. No sé. Tal vez debí nacer en otras tierras y tal vez no sea así. Es posible que yo no debiera haber nacido en este tiempo. No quiero decir con ello que mi alumbramiento hubo de produ­cirse en la Edad Media ni en el mismo año que el de Dostoyevski. 
No. Tal vez yo tendría que haber naci­do en el siglo XXI o en el XXII. No tampoco porque crea que entonces será más fácil y tolerable vivir, aunque es posible que resulte. Para que de cierto modo algo se vuelva posible, ya que es imposible que yo nazca transcurrida una centuria (se me gastó la oportuni­dad), he querido, en la medida de mis fuerzas, y con mi estilo, ser de alguna utilidad.

Cuando comprendí la inutilidad de la existencia del mono, pude acercarme a lo que me pareció hacerse un destino útil, bien que no para mí, sino para los demás. Su cabeza hueca me sugirió el aprovechamien­to de la mía. Quise hacer de ella, y fue sencillo hacerlo, un nido de aves.
Mi cabeza se colmó de aves, voluntaria y gozosamente, de mi parte y la de ellas. Gozaba, sí, por la felicidad del aposento firme, seguro y abrigado que podía darles, y gozaba por algunas consecuencias y derivaciones distintas. Por ejemplo, cuando hice mi aparición, físicamente sombría, en el semialborozo —ese disimulo o transfiguración del cálculo en las jugadoras—  del té-canasta de mi madre, y ella tuvo que decirme, retadora y con pérdida de aplomo, que cómo hacía eso de ponerme a silbar en medio de la reunión de señoras. Y yo apenas condescendí a
ex­plicarle, con una sonrisa de lástima por su ignoran­cia, que no era yo mismo quien silbaba (o cantaba), sino mis pájaros. No alcanzó a mamá esa humilde maravilla; sin embargo, en aquella muchacha que se iniciaba en las juntas de las 5 de la tarde, suscité el asombro candoroso de quien presencia el tránsito de un dios musical, tangible y perecedero.

* * *

No siempre fue así, sino apenas unos años, posible­mente unos meses. Con el cambio he dudado un tanto que haciendo la felicidad de un pájaro haré la
felici­dad de los tiempos venideros. Si todos pusiéramos nuestra cabeza al servicio del bien general —del bien—, acaso podría ser. Pero nuestra cabeza, no sólo el sentimiento.
Yo puse la mía y tuvo gorriones y canarios, bente­veos y calandrias, dichosos.
También lo son ahora, a su manera, los buitres que han anidado en ella. Sin embargo, mi buenaventura ha cesado. Son insaciablemente voraces y han
afinado su pico para comer hasta el último trocito de mis sesos.

Ya en hueso mondo, aún me picotean, no diré con ensañamiento, pero como si cumplieran con excesivo celo una obligación. Y aunque sus picotazos fueran traviesos o de mero ejercicio, no perderían intensidad como agentes del dolor. Como signo de la tortura que padezco, expando un llanto histérico y desgarrado de fluir constante.

Nada puedo contra ellos y nadie puede, pues per­sona alguna puede verlos, como ninguna veía a los pájaros indoloros que me cantaban. Y aquí estoy, con mi nido rebosante de buitres, que empeoran su abuso de la hospitalidad con la crueldad de sus instintos. Aquí estoy, escondido entre los baúles, a la espera de que alguno de los que antaño dieron de comer al mono se compadezca de este acorralado y azuce los perros.

Pero, pido, que nadie, al conocer mi historia, se deje ganar por el horror;
que lo supere y que no de­sista, si alienta algún buen propósito de poblar su cabeza de pájaros.



Imagenes de Monjita Blanca

* * *











14/8/13

No importa tanto lo que me han hecho, sino lo que yo hago con lo que me han hecho

 
Cuando no aceptamos la realidad de lo que nos ha tocado, en cierto modo, también nos negamos a nosotros mismos.
Quien niega sus orígenes desdibuja su identidad.
Quien amputa una parte de su trayectoria se encuentra eternamente en fuga, intranquilo.
Sartre decía:
“No importa tanto lo que me han hecho, sino lo que yo hago con lo que me han hecho”.
Al final, es mejor y más útil que la responsabilidad esté en nuestro tejado y trabajar con nuestra historia para convertirla en aliada,
abriéndole nuestro corazón a pesar de las heridas o justamente abriéndonos a ellas.
Únicamente logramos trascender lo que aceptamos.

Joan Garriga.

9/8/13

Hacer formas puras como una verdad










Hacer formas puras como una verdad

León Ferrari

Hacer cosas confusas, intrincadas, escondidas, dentro de un espacio simple, como un dibujo en un rectángulo de papel, en un prisma de aire, en un cilindro; hacer cosas interiores, el contenido de un cuerpo, lo que se oculta bajo una piel, la confusión de los huesos y la sangre y los pensamientos; hacer formas puras como una verdad pero tacharla, retorcerla, matarla con otra verdad y con otra cada vez más inestable, insegura; poner un cubo brillante en un día feliz y esconderlo con los terrores, el aburrimiento y las borracheras; hacer la estratificación de nuestras sensaciones, de nuestros recuerdos, pero tomarlos en su origen y taparlos con otros días, semanas; que no se entienda nada; que no se encuentre aislada y limpia alguna miseria o algún amor o alguna forma clara, hacer este cuerpo lentamente, minuciosamente, un viejo olivo, un hormiguero, hacerlo de adentro para afuera, sumarle convicciones simples que nos parecieron eternas y enredarlas con las negaciones, y las dudas, la incomunicación. Usar cualquier material y cualquier escuela, una recta pulida, un pedazo de Altamira, un caño de plomo, una pesadilla. Empezar este trabajo cuando uno nace, clavar cuatro estacas como límites y allí todos los días ir tejiendo nuestra vida, convertirla en un volumen, sin sacar nunca nada, ninguna de esas primeras formas que nos apasionaron, geniales, y que ahora escondemos; no sacar nada, ninguna de las cosas repugnantes que pusimos ayer muy satisfechos, dejarlas allí a todas y colocar a su lado las formas maravillosas que se me están ocurriendo ahora; no tener miedo, no pensar en la unidad; hacer la no unidad, o no pensar en eso, ni siquiera plantearlo; aprovechar los cambios de nuestra sensibilidad, las idas y las vueltas desde el nacimiento a la muerte, y dejarlas allí, como si fuera hecho por otro. Como si fuera hecho por varios hombres; o mejor, hacerlo entre varios: diez o quince mujeres y hombres gesticulando y girando en torno de esta torre de Babel mientras cada uno agrega su invento, ese día de su vida, sin escuchar a nadie y enredándose con los figurativos, los concretos, los surrealistas, los informalistas y los pop, con los ingenuos y los angustiados, los felices y los moribundos, cada uno con su verdad, segura y universal tratando de meterla allí adentro, en esa Babel que todos hacen sin entenderse.


Esta es la presentación autobiográfica que León Ferrari escribió para acompañar a la foto de arriba, tomada por el fotógrafo Sameer Makarius en 1964 en su proyecto Retratos, publicado en libro por Vasari en 2007

5/8/13

Reina de ojos negros


En el folclore argentino, la Calandria aparece como símbolo de libertad por ser un pájaro que no tolera el cautiverio, dejando de emitir sus trinos y muriendo, si se encuentra enjaulado. La fuerte estima del gaucho de la zona pampeana por este animal de gran independencia personal, ha quedado plasmada en distintos dichos tradicionales: “libre o muerto, como la calandria”, ” calandria y gaucho dejarlos libres” y ” calandria y gallina jamás unidas”.

Uno de los pájaros americanos que por la hermosura de su canto, ha arrebatado la admiración del mundo antiguo, denominado por los naturalistas mimus o burlón y poligloto (que habla muchas lenguas), ha recibido entre nosotros el nombre inadecuado de calandria, siendo así que ni aun pertenece al género de esta alondra, sino al de los mirlos. Es el mismo burlón de la Luisiana, la tenca de Chile, y el cenzontlatole de Méjico; nombres todos alusivos a la facultad que posee este pájaro de imitar el canto de las demás aves, y aún el grito de algunos cuadrúpedos.

También lo han llamado Orfeo por su habilidad musical, y Buffón lo llama ruiseñor de América, reconociendo la supremacía de nuestro cantor sobre la filomena del viejo mundo. El es también el único en el globo que tiene el arte singular de acompañar su voz con movimientos llenos de gracia y de expresión. Los burlones, o llámenseles calandrias, son aves exclusivamente americanas como los picaflores; unos y otros sin rival en toda la creación, en belleza y variedad éstos, y aquéllos en gracia y canto. Las dos especies recorren todo este vasto continente, hermoseando la una con su lindeza y su gracejo, y la otra con su música y su mímica, los sitios privilegiados con un suelo feraz y un cielo ardiente o templado.

(info sacada de http://bisbiseos.wordpress.com/2009/10/12/la-calandria-reina-libre-de-ojos-negros/)

Foto: Ricardo Seco

29/7/13

Sé agua amigo mío, Bruce Lee

 
No te establezcas en una forma, adáptala y construye la tuya propia, y déjala crecer, sé como el agua. 
Vacía tu mente, se amorfo, moldeable, como el agua. 
Si pones agua en una taza se convierte en la taza. 
Si pones agua en una botella se convierte en la botella. 
Si la pones en una tetera se convierte en la tetera.
El agua puede fluir o puede chocar. 
Sé agua amigo mío.

20/7/13

Crisantemo

El cultivo de los crisantemos en China como plantas florales se remonta a antes del 1500 a. C. Una antigua ciudad china fue llamada Ju-Xian: "ciudad del crisantemo".
Estas flores fueron introducidas en Japón probablemente en el siglo VIII y el emperador de Japón la adoptó como la flor del sello imperial. Hay un "Festival de la Felicidad" en Japón que homenajea esta flor.

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