A los veinticuatro años, Elizabeth conoció y se casó con el joven taxidermista John Gould, un hombre de sueños más amplios: apasionado por las aves, anhelaba convertirse en un ornitólogo respetado, no en un mero decorador de salones y museos victorianos. Sabía que el camino hacia el respeto profesional era un libro, y sabía que tenía que estar ilustrado con precisión y perfección.
Cuando John tuvo acceso a un paquete de especímenes de aves del Himalaya de la Zoological Society en 1830 (muchos nunca antes vistos por los ojos europeos, algunos nunca antes descritos en la literatura científica), inmediatamente supo que este sería el libro con el que dejar su huella.
Mientras trabajaba para ilustrarlo, Elizabeth pintó minuciosamente los detalles más pequeños con un pincel de un solo pelo.
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