Llegamos a los doscientos años, como país, como sociedad, como ex colonia, como ex virreinato, como poderosa Selección nacional dirigida por el más grande que, ¡vaya contradicción!, a medida que pasan los días se convierte en el más pequeñito.
Washington Cucurto.
Llegamos a los doscientos años, como país, como sociedad, como ex colonia, como ex virreinato, como poderosa Selección nacional dirigida por el más grande que, ¡vaya contradicción!, a medida que pasan los días se convierte en el más pequeñito y, como todo en este país, como usted y yo, señor o señora, terminará reducido a piltrafa, desaparecerá convertido en polvo de los cementerios o cenizas para esparcir en el Río de la Plata. ¿Usted sabe que a los sábalos no les gustan las cenizas humanas? Dicho lo cual se imaginará que no tenemos tiempo, pero sería bueno parar la pelota, hacer un paro interno en nuestra mente y en nuestro estrés. ¡Ahora es el momento, estos primeros días de enero son la oportunidad de nuestras vidas! Ahora que se evaporó el quilombo de los cohetes, de las cenas glamorosas llenas de trozos de carne y sidras sobre la mesa; ahora que, por suerte, se acabaron estas fiestas de mierda que sólo sirven para estupidizarnos más, hacernos gastar guita y ver por televisión cómo festejan el Año Nuevo en ¡los Emiratos Árabes! Es nuestra oportunidad, la última, la única tal vez, de zafar de ser un simple Gregorio Samsa, o un Simpson que un buen día se despierta convertido en cucaracha. Porque eso nos va a pasar a todos, un buen día nos vamos a despertar siendo polvo del espanto, como diría Borges. Pero es un chamuyo borgeano eso de que no nos une el amor sino el espanto. ¡El amor nos une, loco, dejémonos de joder con filosofía literaria! A los argentinos nos sobra amor, pero nos cuesta distribuirlo.
¡Doscientos años es un buen récord para sostener una tendencia a la estupidez, a la imbecibilidad alarmante! Pero ya está, cambiemos de canal de una buena vez por todas. Vivimos en una buena tierra, con los mejores climas, con las mejores vacas y los peores sojeros, bla, bla, bla. Hace cuarenta años que escucho lo mismo y cada día nos cagamos más de hambre.
Ya es hora de que hagamos algo, tuvimos doscientos años de vacaciones, ya se terminaron. Éste tiene que ser nuestro año. Y estos primeros días de enero son una gran oportunidad para cambiar la historia, para dar vuelta este país al revés. Pensemos algo entre todos para que nada siga como está, como decía el gran Paco Urondo. Y lo apoyo totalmente, pongo el cuerpo y mis manos vacías para que algo cambie, para que nada siga como está. Imagínese usted, que lee el diario por internet, lo más pancho, o sentado en el sofá de su casa, usted que es un aburrido, levante el culo aplastado de la silla; que ni terminará de leer esta crónica y hará zapping del mouse y pasará a leer la contratapa de Juan Gelman del Página/12 o simplemente Clarín. ¡No lo haga! ¡Escúcheme por favor! Invertimos un tiempo fundamental leyendo, llegó la hora de pasar de la lectura a los hechos concretos.
Son doscientos pirulos, señores, pasaron los Montoneros, Eva Perón, Roca con su colonización del desierto, los militares, las democracias más locas y serviles. Palmaron Alfonsín, Evita, Copi, le dijimos chau al viejito ciego; se nos fue el querido negro Fontanarrosa, ¿se da cuenta cuánta gente valiosa se nos fue? ¡Cuánta gente luchó para dejar todo en nuestras manos! ¡Tenemos que recuperar la altura y la dignidad histórica! Nos toca a nosotros cambiar la historia, los que estamos vivos, pero actuamos como muertos y los otros… que no se irán por el momento, Duhalde, Moyano, Barrionuevo, Bilardo. Somos los que quedamos vivos, los que tenemos la obligación de dejar de masturbarnos y hacer algo ahora, ya. ¡Éste tiene que ser nuestro año! Es cierto, no lo voy a discutir, tenemos que bailar con la más fea. Pero hoy, en estos primeros días de enero, comenzaremos el cambio argentino y apocalíptico.
Tenemos que arreglar la luz de un montón de colegios, el techo de un montón de hospitales; tenemos que acabar con el hambre de miles de niños; tenemos que legalizar el aborto de una vez por todas, pensemos que su hija, mi hija, nuestra hija, o cualquier mujer de nuestro país está muriendo en este momento. Si los putos se quieren casar, ¡qué se casen, que sean felices, les llevaré un ramo de rosas rojas intensas! ¡Viva el amor y la pasión, más allá del sexo, loco! ¡Que se casen todos los curas! ¡Vivan nuestros grandes putos que hicieron genial nuestra literatura! Terminemos con estas boludeces, hay cosas más urgentes, tenemos que hacer que el Estado genere laburo para miles de adolescentes que están en la lona total. Exijo: hogar y afecto para miles de nenitas de tres años que están pidiendo monedas mientras escribo esta porquería. Se acerca el maldito Bicentenario y esto no se soporta más.
¿Hay problemas de vivienda? ¡Abramos cooperativas de vivienda y que entre todos aprendamos a mezclar la cal y a agarrar el fratacho! ¡Señor, nadie va a agarrar el fratacho por usted! ¡Ni Cortázar, ni el Che, ni el mate, que el fratacho sea el símbolo de nuestro país en el extranjero! El Banco Hipotecario, en vez de dar tanto crédito para unos pocos, que ponga esa guita en cal y arena y ladrillos y levantemos barrios, escuelas y hospitales. Nosotros los vivos, los padres de familia, los trabajadores que todavía estamos de pie, los jóvenes que están quemados, vamos a hacerlo. Entienda: vamos a hacerlo, aunque sea lo último que hagamos.
Hace unos días estuve en Cuba; usted dirá qué grande la revolución, y sí, pero nosotros somos mucho mejores que Cuba, de eso me di cuenta, somos un pueblo mucho más poderoso e inteligente, somos un pueblo rico en un sinfín de cosas que los cubanos ni ahí. ¡Dejémonos de joder: los médicos argentinos son mejores que los cubanos! Pero los argentinos tenemos un par de cosas para aprender de los cubanos: si ellos con poco hicieron tanto y nosotros con mucho más no hicimos nada, llegó la hora. El gol a los ingleses es lo peor que nos pasó, qué quieren que les diga, queridos lectores. Hicimos el gol y nos creímos grandes, nos creímos poderosos; “bueno ya está, ya nos vengamos, ya les dimos su merecido a los piratas”.
Este año seremos vedettes en Fráncfort y en otros lugares del mundo. Por favor, no organicemos bailes de tango ni campeonatos de fútbol de selecciones efímeras. Pongamos como tema central la recuperación de la épica del trabajo. El mundo pondrá sus binoculares en nosotros. Tenemos que recuperar el trabajo de forma urgente. Doscientos años no es nada y es un montón. Lo lindo es que tenemos todo por hacer, que, en definitiva, seguimos siendo una colonia de nosotros mismos. Quizás tardemos otros doscientos años, queridos lectores, pero no importa lo que tardemos, lo que realmente importa es que comencemos ya mismo, después de este punto
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