31/10/11
Hola
28/10/11
Valores por encima de inteligencias
Gardner destaca en una charla con Eduard Punset la necesidad de una educación personalizada que identifique las capacidades y forme individuos responsables «Yo no quise asesinar el cociente intelectual», confesó ayer el psicólogo Howard Gardner ante un expectante público en el avilesino teatro Palacio Valdés.
Pero aunque intentase exculparse en presencia del polifacético divulgador Eduard Punset, lo cierto es que él fue uno de los primeros en acuchillar la idea de que la inteligencia se fundamenta únicamente en memoria y habilidades matemáticas o lingüísticas. Antes de la irrupción de la denominada «inteligencia emocional» que popularizó en 1995 David Goleman, ya Gardner expuso en 1983 que la inteligencia no era una, sino muchas. Pero en su coloquio con Punset fue más allá y proclamó -a pregunta de una joven del público- que «los valores son más importantes que la inteligencia». Según Gardner, el cerebro humano encierra ocho tipos de inteligencia (siete en la formulación original de la teoría): inteligencia lingüística, lógico-matemática, visual-espacial, musical, corporal-cinestética, intrapersonal, interpersonal y naturalista.
Cada una de ellas es independiente del resto pero para afrontar diferentes talentos o problemas pueden intervenir varias. El desarrollo de esas inteligencias es diferente en cada individuo, de modo que el reto educativo es potenciar las específicas. Howard Gardner expuso qué le llevó a formular la teoría de las inteligencias múltiples a principios de la década de los ochenta del pasado siglo. «Entonces yo estudiaba a niños con talentos artísticos y a adultos con daños cerebrales. Me pasaba el día de camino a colegios y a hospitales. Comprobé que había niños superdotados en música, pero con dificultades de lectura, o personas geniales en matemáticas que se perdían de camino a casa. Por otro lado, al analizar personas que habían sufrido ictus comprobé cómo les afectaban los daños en las distintas partes del cerebro», explicó.
Con la reflexión sobre esos datos, pasada por el filtro de estudios antropológicos y de otras disciplinas, Gardner enunció la idea de que en el cerebro no existe una única inteligencia cuantificable, sino hasta ocho inteligencias. «Aun diría que puede haber nueve o diez. La novena sería la inteligencia existencial, que lleva a formular grandes preguntas trascendentes; la décima, la pedagógica, la capacidad de comunicar el saber», añadió. Su salto fue identificar esas capacidades como verdaderas inteligencias y no meros talentos. «El cerebro no es un ordenador, sino que son varios», resumió. Y se preguntó: «¿Por qué los que tienen habilidades matemáticas van a ser inteligentes y los que tienen otras simplemente talentosos?».
En un mundo conectado, inmersos de pleno en la sociedad del conocimiento, Gardner cree que ahora es posible personalizar la educación «más que en ningún otro momento de la Historia». «Antes sólo los muy ricos tenían un tutor personalizado, pero ahora no tenemos que enseñar todo igual a todo el mundo: hay muchas formas de aprender y enseñar», destacó. Y ante esa evidencia indicó irónicamente que «los ministros de Educación son los únicos que no entienden que vivimos en este tiempo».
Gardner lidera el denominado «Good Work Project» (Proyecto del trabajo bien hecho), junto con William Damon y Mihaly Csikszentmihalyi (ante la incapacidad de Punset para pronunciar este nombre el nuevo premio «Príncipe» de Ciencias Sociales hizo un ejercicio práctico de docencia). Este proyecto reflexiona sobre cómo lograr trabajadores no sólo excelentes sino con un comportamiento responsable, y pretende ser un lugar de encuentro sobre cómo formar personas que proyecten sus capacidades.
El psicólogo estadounidense señaló que una de las claves para enseñar a desarrollar la inteligencia que emana de las emociones es «con modelos humanos». «Cuando fui padre descubrí dos cosas: la primera, que los niños nunca escuchan lo que dices pero se fijan en lo que haces; la segunda, que nada de lo que se dice en la mesa a la hora de la cena se olvida jamás», indicó gráficamente. Esto es, el ejemplo y el reconocimiento público de los errores son la mejor forma de enseñanza.
Pero quizás uno de los mensajes más destacados del coloquio fue la idea de que la inteligencia no es moral. «La inteligencia puede emplearse con fines negativos: Goethe y Goebbels eran muy destacados en su habilidad lingüística», recalcó. De ahí que a su juicio «no es suficiente tener inteligencia». La nota musical al encuentro la puso el grupo «Maldita Nerea», que interpretó el tema «En el mundo genial de las cosas que dices». Su cantante, Jorge Ruiz, logopeda, señaló que el concepto de las inteligencias múltiples le fue útil a la hora de poner en marcha su grupo. La clave: aunar inteligencias diversas para lograr una perfecta combinación de talentos.
copyandpaste de lne.es (gracias!!)
25/10/11
Don Quijote
De El Quijote se aprende: hay que avanzar sin importar lo que digan los demás. Si la mayoría de la gente habla bien de uno es porque estás muerto; si hablan mal es porque eres un canalla; pero si hay personas que te siguen y otras que te critican, es porque estás haciendo algo interesante. Estás viviendo
Alejandro Jodorosky
11/10/11
El Cuervo de Edgar Allan Poe
Grabado de John Tenniel
Una fosca media noche, cuando en tristes reflexiones,
sobre más de un raro infolio de olvidados cronicones
inclinaba soñoliento la cabeza, de repente
a mi puerta oí llamar:
como si alguien, suavemente, se pusiese con incierta
mano tímida a tocar:
“¡Es — me dije — una visita que llamando está a mi puerta:
eso es todo y nada más!”.
¡Ah! Bien claro lo recuerdo: era el crudo mes del hielo,
y su espectro cada brasa moribunda enviaba al suelo.
Cuán ansioso el nuevo día deseaba, en la lectura
procurando en vano hallar
tregua a la honda desventura de la muerte de Leonora;
la radiante, la sin par
vírgen pura a quien Leonora los querubes llaman, hora
ya sin nombre… ¡nunca más!
Y el crujido triste, incierto, de las rojas colgaduras
me aterraba, me llenaba de fantásticas pavuras,
de tal modo que el latido de mi pecho palpitante
procurando dominar,
“¡es, sin duda, un visitante —repetía con instancia—
que a mi alcoba quiere entrar:
un tardío visitante a las puertas de mi estancia…,
eso es todo, y nada más!”.
Paso a paso, fuerza y bríos
fue mi espíritu cobrando:
“Caballero —dije— o dama:
mil perdones os demando;
mas, el caso es que dormía,
y con tanta gentileza
sobre más de un raro infolio de olvidados cronicones
inclinaba soñoliento la cabeza, de repente
a mi puerta oí llamar:
como si alguien, suavemente, se pusiese con incierta
mano tímida a tocar:
“¡Es — me dije — una visita que llamando está a mi puerta:
eso es todo y nada más!”.
¡Ah! Bien claro lo recuerdo: era el crudo mes del hielo,
y su espectro cada brasa moribunda enviaba al suelo.
Cuán ansioso el nuevo día deseaba, en la lectura
procurando en vano hallar
tregua a la honda desventura de la muerte de Leonora;
la radiante, la sin par
vírgen pura a quien Leonora los querubes llaman, hora
ya sin nombre… ¡nunca más!
Y el crujido triste, incierto, de las rojas colgaduras
me aterraba, me llenaba de fantásticas pavuras,
de tal modo que el latido de mi pecho palpitante
procurando dominar,
“¡es, sin duda, un visitante —repetía con instancia—
que a mi alcoba quiere entrar:
un tardío visitante a las puertas de mi estancia…,
eso es todo, y nada más!”.
Paso a paso, fuerza y bríos
fue mi espíritu cobrando:
“Caballero —dije— o dama:
mil perdones os demando;
mas, el caso es que dormía,
y con tanta gentileza
me vinisteis a llamar,
y con tal delicadeza
y tan tímida constancia
os pusísteis a tocar,
que no oí” —dije— y las puertas
abrí al punto de mi estancia;
¡sombras sólo y…
nada más!
Mudo, trémulo, en la sombra por mirar haciendo empeños,
quedé allí, cual antes nadie los soñó, forjando sueños;
más profundo era el silencio, y la calma no acusaba
ruido alguno… Resonar
sólo un nombre se escuchaba que en voz baja a aquella hora
yo me puse a murmurar,
y que el eco repetía como un soplo: ¡Leonora…!
esto apenas, ¡nada más!
A mi alcoba retornando con el alma en turbulencia,
pronto oí llamar de nuevo, —esta vez con más violencia,
«De seguro —dije— es algo que se posa en mi persiana,
pues, veamos de encontrar
la razón abierta y llana de este caso raro y serio,
y el enigma averiguar.
¡Corazón! Calma un instante, y aclaremos el misterio…
—Es el viento— y nada más!»
La ventana abrí —y con rítmico aleteo y garbo extraño,
entró un cuervo majestuoso de la sacra edad de antaño.
Sin pararse ni un instante ni señales dar de susto,
con aspecto señorial,
fué a posarse sobre un busto de Minerva que ornamenta
de mi puerta el cabezal;
sobre el busto que de Palas la figura representa
fué y posóse —¡y nada más!
y con tal delicadeza
y tan tímida constancia
os pusísteis a tocar,
que no oí” —dije— y las puertas
abrí al punto de mi estancia;
¡sombras sólo y…
nada más!
Mudo, trémulo, en la sombra por mirar haciendo empeños,
quedé allí, cual antes nadie los soñó, forjando sueños;
más profundo era el silencio, y la calma no acusaba
ruido alguno… Resonar
sólo un nombre se escuchaba que en voz baja a aquella hora
yo me puse a murmurar,
y que el eco repetía como un soplo: ¡Leonora…!
esto apenas, ¡nada más!
A mi alcoba retornando con el alma en turbulencia,
pronto oí llamar de nuevo, —esta vez con más violencia,
«De seguro —dije— es algo que se posa en mi persiana,
pues, veamos de encontrar
la razón abierta y llana de este caso raro y serio,
y el enigma averiguar.
¡Corazón! Calma un instante, y aclaremos el misterio…
—Es el viento— y nada más!»
La ventana abrí —y con rítmico aleteo y garbo extraño,
entró un cuervo majestuoso de la sacra edad de antaño.
Sin pararse ni un instante ni señales dar de susto,
con aspecto señorial,
fué a posarse sobre un busto de Minerva que ornamenta
de mi puerta el cabezal;
sobre el busto que de Palas la figura representa
fué y posóse —¡y nada más!
Trocó entonces el negro pájaro en sonrisas mi tristeza
con su grave, torva y seria, decorosa gentileza;
y le dije: «Aunque la cresta calva llevas, de seguro
no eres cuervo nocturnal,
viejo, infausto cuervo obscuro, vagabundo en la tiniebla…
Dime: —«¿Cuál tu nombre, cuál
en el reino plutoniano de la noche y de la niebla?…»
Dijo el cuervo: «¡Nunca más!.»
Asombrado quedé oyendo así hablar al avechucho,
si bien su árida respuesta no expresaba poco o mucho;
pues preciso es convengamos en que nunca hubo criatura
que lograse contemplar
ave alguna en la moldura de su puerta encaramada,
ave o bruto reposar
sobre efigie en la cornisa de su puerta, cincelada,
con tal nombre: «¡Nunca más!».
Mas el cuervo, fijo, inmóvil, en la grave efigie aquella,
sólo dijo esa palabra, cual si su alma fuese en ella
vinculada —ni una pluma sacudía, ni un acento
se le oía pronunciar…
Dije entonces al momento: «Ya otros antes se han marchado,
y la aurora al despuntar,
él también se irá volando cual mis sueños han volado.»
Dijo el cuervo: «¡Nunca más!»
Por respuesta tan abrupta como justa sorprendido,
«no hay ya duda alguna —dije— lo que dice es aprendido;
aprendido de algún amo desdichado a quien la suerte
persiguiera sin cesar,
persiguiera hasta la muerte, hasta el punto de, en su duelo,
sus canciones terminar
y el clamor de su esperanza con el triste ritornelo
de jamás, ¡y nunca más»
con su grave, torva y seria, decorosa gentileza;
y le dije: «Aunque la cresta calva llevas, de seguro
no eres cuervo nocturnal,
viejo, infausto cuervo obscuro, vagabundo en la tiniebla…
Dime: —«¿Cuál tu nombre, cuál
en el reino plutoniano de la noche y de la niebla?…»
Dijo el cuervo: «¡Nunca más!.»
Asombrado quedé oyendo así hablar al avechucho,
si bien su árida respuesta no expresaba poco o mucho;
pues preciso es convengamos en que nunca hubo criatura
que lograse contemplar
ave alguna en la moldura de su puerta encaramada,
ave o bruto reposar
sobre efigie en la cornisa de su puerta, cincelada,
con tal nombre: «¡Nunca más!».
Mas el cuervo, fijo, inmóvil, en la grave efigie aquella,
sólo dijo esa palabra, cual si su alma fuese en ella
vinculada —ni una pluma sacudía, ni un acento
se le oía pronunciar…
Dije entonces al momento: «Ya otros antes se han marchado,
y la aurora al despuntar,
él también se irá volando cual mis sueños han volado.»
Dijo el cuervo: «¡Nunca más!»
Por respuesta tan abrupta como justa sorprendido,
«no hay ya duda alguna —dije— lo que dice es aprendido;
aprendido de algún amo desdichado a quien la suerte
persiguiera sin cesar,
persiguiera hasta la muerte, hasta el punto de, en su duelo,
sus canciones terminar
y el clamor de su esperanza con el triste ritornelo
de jamás, ¡y nunca más»
Mas el cuervo provocando mi alma triste a la sonrisa,
mi sillón rodé hasta el frente al ave, al busto, a la cornisa;
luego, hundiéndome en la seda, fantasía y fantasía
dime entonces a juntar,
por saber qué pretendía aquel pájaro ominoso
de un pasado inmemorial,
aquel hosco, torvo, infausto, cuervo lúgubre y odioso
al graznar: «¡Nunca jamás!»
Quedé aquesto investigando frente al cuervo, en honda calma,
cuyos ojos encendidos me abrasaban pecho y alma.
Esto y más —sobre cojines reclinado— con anhelo
me empeñaba en descifrar,
sobre el rojo terciopelo do imprimía viva huella
luminosa mi fanal—
terciopelo cuya púrpura ¡ay! jamás volverá élla
a oprimir —¡Ah! ¡Nunca más!
Parecióme el aire, entonces,
por incógnito incensario
que un querube columpiase
de mi alcoba en el santuario,
perfumado —«Miserable ser —me dije— Dios te ha oído,
y por medio angelical,
tregua, tregua y el olvido del recuerdo de Leonora
te ha venido hoy a brindar:
¡bebe! bebe ese nepente, y así todo olvida ahora.
Dijo el cuervo: «¡Nunca más!»
«Eh, profeta —dije— o duende,
mas profeta al fin, ya seas
ave o diablo — ya te envía
la tormenta, ya te veas
por los ábregos barrido a esta playa,
desolado
pero intrépido, a este hogar
por los males devastado,mi sillón rodé hasta el frente al ave, al busto, a la cornisa;
luego, hundiéndome en la seda, fantasía y fantasía
dime entonces a juntar,
por saber qué pretendía aquel pájaro ominoso
de un pasado inmemorial,
aquel hosco, torvo, infausto, cuervo lúgubre y odioso
al graznar: «¡Nunca jamás!»
Quedé aquesto investigando frente al cuervo, en honda calma,
cuyos ojos encendidos me abrasaban pecho y alma.
Esto y más —sobre cojines reclinado— con anhelo
me empeñaba en descifrar,
sobre el rojo terciopelo do imprimía viva huella
luminosa mi fanal—
terciopelo cuya púrpura ¡ay! jamás volverá élla
a oprimir —¡Ah! ¡Nunca más!
Parecióme el aire, entonces,
por incógnito incensario
que un querube columpiase
de mi alcoba en el santuario,
perfumado —«Miserable ser —me dije— Dios te ha oído,
y por medio angelical,
tregua, tregua y el olvido del recuerdo de Leonora
te ha venido hoy a brindar:
¡bebe! bebe ese nepente, y así todo olvida ahora.
Dijo el cuervo: «¡Nunca más!»
«Eh, profeta —dije— o duende,
mas profeta al fin, ya seas
ave o diablo — ya te envía
la tormenta, ya te veas
por los ábregos barrido a esta playa,
desolado
pero intrépido, a este hogar
dime, dime, te lo imploro:
¿Llegaré jamas a hallar
algún bálsamo o consuelo para el mal que triste lloro?»
Dijo el cuervo: «¡Nunca más!»
«¡Oh, Profeta —dije— o diablo —Por ese ancho combo velo
de zafir que nos cobija, por el mismo Dios del Cielo
a quien ambos adoramos, dile a esta alma adolorida,
presa infausta del pesar,
sí jamás en otra vida la doncella arrobadora
a mi seno he de estrechar,
la alma virgen a quien llaman los arcángeles Leonora!»
Dijo el cuervo: «¡Nunca más!»
«Esa voz,
oh cuervo, sea
la señal
de la partida.
grité alzándome: —¡Retorna,
vuelve a tu hórrida guarida,
la plutónica ribera de la noche y de la bruma!…
de tu horrenda falsedad
en memoria, ni una pluma dejes, negra, ¡El busto deja!
¡Deja en paz mi soledad!
¡Quita el pico de mi pecho! De mi umbral tu forma aleja…»
Dijo el cuervo: «¡Nunca más!»
Y aún el cuervo inmóvil, fijo, sigue fijo en la escultura,
sobre el busto que ornamenta de mi puerta la moldura….
y sus ojos son los ojos de un demonio que, durmiendo,
las visiones ve del mal;
y la luz sobre él cayendo, sobre el suelo arroja trunca
su ancha sombra funeral,
y mi alma de esa sombra que en el suelo flota… ¡nunca
se alzará…, nunca jamás!
FIN.
La traducción del poema es del poeta venezolano Juan Antonio Pérez Bonalde hecha en 1887
1/10/11
PAJARITO DE OCTUBRE: CAPUCHINO CORONA GRIS
CAPUCHINO CORONA GRIS: Sporophila
cinnamomea
ave en peligro de extincion
Especie en peligro. Corona plomiza. Dorso y ventral rufos. Ambientes palustres. La hembra es similar a otros Sporophilas.
www.avespampa.com.ar: Sporophila cinnamomea
ave en peligro de extincion
Especie en peligro. Corona plomiza. Dorso y ventral rufos. Ambientes palustres. La hembra es similar a otros Sporophilas.
www.avespampa.com.ar: Sporophila cinnamomea
Suscribirse a:
Entradas (Atom)